domingo, 2 de mayo de 2010

UNA VIDA EN LA MONTAÑA

Esta semana, una expedición española subía el Anapurna, una de las montañas más peligrosas y altas del mundo, en la misma cordillera que el Everest. Uno de los montañeros no pudo aguantar el gran esfuerzo que supone alcanzar al cumbre y murió en la bajada.
El afán del ser humano por conocer el mundo que le rodea es inagotable, quiere conocer, ver y sentir cosas que pocas personas en el mundo pueden experimentar, pero no siempre todo acaba como se desea.
Cientos de personas mueren cada año escalando montañas, perdidas en la nieve, agotadas o con una lesión que les impide continuar, la peor experiencia que puede vivir un alpinista es tener que dejar a un compañaero solo en la montaña, sabiendo que los más probable es que muera allí, viendo como se agota su vida lentamente y sin poder hacer nada.
El hombre, como todas las especies tiene un instinto de supervivencia innato, pero muchas veces ese instinto se ve relegado por la superación de los propios límites o ver lo desconocido. Quizás no hubiéramos llegado donde estamos si en el camino no hubiera habido personas que arriesgan, que se sacrifican y que quieren saber, aunque les vaya la vida en ello.

2 comentarios:

anapedraza dijo...

¡Hola María!

Yo impono igual que tú, sin el espíritu de superación de algunos no hubiéramos avanzado.

¡Es una pena, tal vez se hubiera podido evitar!

Miguel

Franck dijo...

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