miércoles, 21 de octubre de 2009

NIÑOS Y CLASES DE MATEMÁTICAS

Después de cualquier manifestación controvertida, o en la que intervienen dos partes enfrentadas, se produce un baile de números. Las cifras de los participantes es inflada, casi siempre por los organizadores de la marcha y amortiguada por los datos que aportan las fuentes oficiales. Una vez más, ninguno de los dos grupos se pusieron de acuerdo el pasado sábado en la manifestación en contra de la reforma de la ley del aborto que se celebró en Madrid.

La diferencia entre los números de los organizadores (2 millones de asistentes) y la Policía Local de Madrid (500.000 personas) son escandalosamente diferentes y eso que los dos parece se refieren a la misma manifestación. Esta diferencia, al final, se queda en un anédota e impide a los ciudadanos conocer realmente la repercusión de la manifestación. Unas cifras que son objetivas no se pueden manipular de esta forma por uno y otro lado y deberían establecer unos sistemas de medidas reales y objetivos y no contar al bulto, como parece que hacen.

Por otro lado, y sin entrar en la justificación o no de la manifestación, asistieron familias enteras reivindicando un sí por la vida, como si alguien hubiera dicho lo contrario. Muchos de los asistentes eran niños, algunos incluso menores de diez años, que repetían frente a las cámaras y micrófonos las frases que habían repetido hasta la saciedad sus progenitores, o incluso, más grave, refrendaban lo que les decían los reporteros de informativos poco objetivos. Con ello quiero decir que para un adulto, con sus dos dedos de frente, reflexivo y cabal es difícil hacer una valoración al respecto, comprendiendo que la línea que separa el bien del mal es, a veces, demasiado difusa. Por lo tanto, decidir para un niño si la reforma de la ley del aborto es buena o mala para él, si le beneficia o le perjudica o si va en contra de sus convicciones morales no es nada fácil.
Dejemos de utilizar a los niños y menores como bandera y de hacerlos partícipes de manifestaciones, cuando aún no tienen sufiente madurez para valorar los motivos que les llevan a ellas. Dejemos que cada uno decida lo que debe o no debe hacer y dejemos de pensar que esta, o cualquier otra ley del aborto, obliga a cualquier mujer a abortar.

jueves, 1 de octubre de 2009

OBJECIÓN DE CONCIENCIA

En la última semana se ha autorizado la venta de la píldora del día siguente en las farmacias sin receta. Una medida que me parece positiva para los "accidentes", aunque luego habrá que recoger las cifras de su utilización.
Pero pasando de puntillas acerca de la moralidad acerca de su venta libre, que no barata porque una única pastilla de este tipo cuesta unos 18 euros, una cifra adecuada a mi parecer, ya que los adolescentes no tendrán tantas facilidades a la hora de comprarlas, lo que más me asombra es aún la posibilidad de la objeción de conciencia.
Los farmaucéticos pueden negarse a venderlas en su establecimiento, aunque tengo algunas dudas a este respecto, ya que he oído varias versiones, por un lado que no pueden dejar de venderlas y por otro que pueden acogerse a la objeción. Decía, que existe la posibilidad de que un establecimiento legal y reglado por el gobierno (de acuerdo con las leyes de cupos de farmacias por número de habitantes) pueden negarse a vender un producto medicinal a cualquier persona porque va en contra de su moralidad. Creo que a las altura del siglo XXI en la que estamos deberíamos dejar de lado estos recodos obsoletos de una moralidad antigua y apolillada.

Por supuesto que estoy de acuerdo con que cada cual piense y crea en lo que quiera, pero unos organismos regulados por el gobierno y al servicio de la salud de la sociedad no pueden estar ligados a cosas como ésta. Pongamos el caso que el 80 % de las farmacias se negaran a vender la píldora del día después, ¿cuantos embarazos no deseados habría?, ¿Cuántas personas no podrían acceder a un medicamento al que tienen derecho por ley? ¿Está antes la ley o la moralidad de quien nos vende?. Al fin y al cabo la Farmacia sigue siendo un lugar de servicio a la sociedad y no debe verse interrumpido por las ideas de los vendedores.

La objeción de conciencia se podría aplicar a cada situación de la vida, cada persona puede creer en algo y no por eso su vida, trabajo, acciones y amistades deben ir en consonancia con sus creencias, que no tienen que compartir los demás.
El respeto comienza por dejar elegir a los demás y que cada uno actúe según su conciencia, no trazar un camino que se debe seguir porque es el que yo creo que es el adecuado.

Imagen tomada de www.eleconomista.es