
Lo mejor de estos sentimientos y lo maravilloso, a la vez, es que personas muy diferentes pueden sentir lo mismo en una misma sala con una imagen, unas palabras o una música. Lo mejor, después de llorar en una sala, es descubrir que la persona que tienes al lado también lo ha hecho, o que intenta, sin éxito, no hacerlo con todas sus fuerzas, aunque acabe pidiéndote un pañuelo. Y al final cuando se encienden las luces y observas como muchos vecinos de butacas esperan a ser el último en salir de la sala para que los demás no lo vean secarse esas lagrimillas tímidas que han vencido a la fuerza de su dueño. El cine, la sala, una imagen, todo para que esas lagrimas te hagan recordar esa sensación que hace mucho que no recordabas.