lunes, 23 de abril de 2012

MI GENERACIÓN PERDIDA


Después de cuatro años de crisis, vacilaciones de la bolsa, subida de la prima de riesgo y todos estos datos y números con los que vivimos últimamente, oficialmente se le ha dotado el apodo de "Generación perdida" a todos estos jóvenes que nos hemos visto inmersos en una situación social y laboral que ninguno esperaba. 

Es fácil ponerle un nombre a un grupo cuando no formas parte de él, pero si formas parte de él, encima tienes que asumir que miles de personas como tú y tú misma eres parte de la generación perdida. Tu vida, tus esfuerzos, tus planes de futuro y todo lo que te rodea se resume en dos palabras: Generación perdida. Y ya está, nada más, es como una sentencia inapelable, sin solución. Gran parte de la sociedad lo ha asumido y parece que ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo, pero yo no puedo, me niego a pensar que mi vida no vale nada o que está perdida sólo porque todas las oportunidades que me prometieron que tendría no se hacen realidad, o porque los políticos, la sociedad o los economistas se han dado por vencidos y piensan que ya no merece la pena buscar soluciones para mí.

No puedo asumir tan fácilmente que mi vida tiene que pararse o esperar a que la situación mejore, a que los políticos encuentren la solución, a que la bolsa se recupere o a que pase la tempestad, porque los años siguen corriendo y hay cosas que no pueden esperar. Pueden llamarnos como quieran, podrán encasillarnos como consideren, pero la realidad es sólo una: que nosotros tendremos que coger el relevo de todos esos que por avaricia o inconsciencia ahora nos niegan el futuro, o al menos la posibilidad de tenerlo. No formamos parte de una generación perdida porque seguimos aquí y de esta generación perdida nacerán las generaciones posteriores. Quizá mi generación no sea la que consiga que se extinga el hambre en el mundo, o la que asegure el pleno empleo a todo un país, o la que elimine la injusticia del mundo, pero será la que tendrá que reconstruir una sociedad que ya no sabe cuáles son las reglas del juego, en quién confiar o en lo que creer.