martes, 7 de abril de 2009

UNA SEMANA ESPECIAL



Qué dificil es escapar de las tradiciones y sobre todo en esta semana. Desde hace algún tiempo estoy intentando ser consecuente con mis pensamientos, es decir, que si me digo cada día que Dios no existe, pues no voy a participar de buena gana en las celebraciones que tienen que ver con él. Sin embargo, hay muchas que se han metido demasiado dentro de mi mente y no quiero desprenderme de ellas. Alguna procesión que otra me toca la fibra, los recuerdos ciertas sensaciones y no creo que sea por la devoción a una imagen, sino por todo lo que pasa alrededor. Dejando de lado algunas excepciones, para mí es muy dificil escapar de ciertas procesiones, sobre todo si vives en pleno centro de las celebraciones. Esta misma tarde me ha sido imposible, al final me he encontrado detrás de una imagen, esperando que entrara en la capilla para poder llegar a casa, esquivando a las beatas y a los entusiasmados penitentes que esperaban impacientes la primera procesión de la semana.
Afortunadamente una sabe distinguir entre la fe religiosa y las costumbres populares, y para mí la Semana Santa se ha convertido más en lo segundo que en lo primero. Miles de personas acuden a ver las procesiones, imágenes, velas, música... un evento difícil de ignorar, cuando cortan calles, cambian los sentidos a las calles y éstas se llenan de personas que caminan despacio detrás de una imagen que lleva en sus ropas más oro que lo que hay en una joyería. Me alegro de que en mi ciudad y gran parte de mi provincia las cuestiones sociopolíticas se haya dejado a un lado, obviando llevar el famoso lazo blanco. La Iglesia no dice nada a esos penitentes, costaleros y visitantes ocasionales que llenan las calles para ver pasar una imagen de una Virgen o un Cristo y luego olvidan durante todo el año sus obligaciones cristianas. Si hemos convertido la Semana Santa en una celebración cultural más dejemos que no se politice y que cada uno piense y haga con su vida y su cuerpo lo que quiera.